
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Estados Unidos pasó este 6 de enero de 2021 por una de las páginas más desgraciadas de su historia. Una vergüenza a nivel internacional. Quedó demostrado una vez más la manera en que los pseudolíderes pueden llevar a la nación más poderosa del mundo al infortunio y a la ignominia mundial. Quedó al descubierto la fragilidad de la democracia cuando esta cae en manos de un dictador patológicamente narcisista e irracional quien maneja a su antojo a unas masas incontrolables y sin un verdadero propósito. Quedó demostrado que son los hombres y mujeres de valor los que se levantan rápidamente por los principios que les cobijan como individuos y como pueblo, contra la intención deliberada de otros de cumplir con sus únicos propósitos individualistas y contra el “bien común”. Por un lado, la desgracia del atentado de unos contra el Capitolio federal; por otro lado, la fortaleza de otros levantarse en horas y culminar la tarea de certificar al nuevo presidente.
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