No sé si llegaré a contemplar el feliz momento en que la noche quede atrás. Siento que los fulgores del 11 de julio anuncian un nuevo amanecer. Confío en esos valientes, sobre todo los jóvenes, escribe Carmen V. Menéndez Torres
No sé si llegaré a contemplar el feliz momento en que la noche quede atrás. Siento que los fulgores del 11 de julio anuncian un nuevo amanecer. Confío en esos valientes, sobre todo los jóvenes, escribe Carmen V. Menéndez Torres
El gobierno revolucionario tenía menos de un año y mis padres -ella maestra normalista y él comerciante en un pequeño pueblo de la provincia de La Habana- ya estaban desilusionados con el sistema. Pronto se les sumaron algunos miembros de la familia y amigos. Mas la gran mayoría de los cubanos estaban frenéticos, mezclando los intereses políticos con resentimiento, mala voluntad y deseos de acomodo, con los ardorosos mítines políticos, apasionadas manifestaciones en contra de las empresas privadas (criollas y extranjeras), rompiendo letreros comerciales a martillazos, en las brigadas de maestros, las milicias estudiantiles y espiando día y noche a sus vecinos desde los comités de defensa de la revolución.
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