
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A lo largo de la historia, grandes imperios han utilizado su poder económico como una herramienta de coerción diplomática para doblegar a naciones más débiles y consolidar su influencia, sin recurrir necesariamente a la guerra. Desde el Imperio Romano hasta las potencias modernas, la estrategia ha sido la misma: imponer sanciones, controlar rutas comerciales y condicionar el acceso a recursos esenciales para mantener el dominio. Sin embargo, como la historia ha demostrado, este tipo de diplomacia tiene un límite, y cuando el equilibrio de poder cambia, las naciones que dependían de la coerción económica enfrentan un Waterloo.
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