Enmarcar situaciones de violencia doméstica como enajenación parental refuerza la institucionalización de la violencia de género, escribe Maricarmen Carrillo Justiniano
Enmarcar situaciones de violencia doméstica como enajenación parental refuerza la institucionalización de la violencia de género, escribe Maricarmen Carrillo Justiniano
No es poco común que, luego de la separación, un agresor use a la niñez para continuar con su control coercitivo. Esta situación, sin embargo, suele enmarcarse bajo el concepto de enajenación parental. Al así hacerlo, se invisibiliza la raíz de las fallas sistémicas que permitieron experiencias como la denunciada públicamente por la señora de la Cruz Báez. En su caso, un tribunal se tardó más de siete meses en revocar una determinación judicial que permitió que un niño y una niña de edad vulnerable se quedaran bajo la custodia de un progenitor con alegado historial de violencia doméstica, maltrato a menores y de hacer alegaciones falsas.
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