Con su contestación, Pierluisi ha sacado a la superficie el gran problema que arropa al país: una gran carencia de liderato, en un país que ha perdido la fe y que vive asediado, escribe Víctor Rivera Hernández
Con su contestación, Pierluisi ha sacado a la superficie el gran problema que arropa al país: una gran carencia de liderato, en un país que ha perdido la fe y que vive asediado, escribe Víctor Rivera Hernández
Volvemos a estar en tiempos de encuestas. Con sus luces y con sus sombras, las encuestas, más allá de ser “instrumentos de trabajo”, tienen la virtud, si son legítimas y confiables, de enfrentar a los incumbentes y a los aspirantes a la percepción cruda de quienes posteriormente tendrán la oportunidad de elegirles o de rechazarles. Pueden convertirse también en un ejercicio de honestidad, de reflexión, de introspección y de proyección futura para quienes vean en ese instrumento un aviso sobre lo que son personal e institucionalmente sus fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas. Al final, las encuestas tienen también el potencial de convertirse en un ejercicio extraordinario de planificación estratégica.
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