Además de los fondos públicos que se esfumaron en múltiples actos de corrupción, nos robaron la alegría y la esperanza, escribe Orlando Parga
Además de los fondos públicos que se esfumaron en múltiples actos de corrupción, nos robaron la alegría y la esperanza, escribe Orlando Parga
El Puerto Rico en el que nací hace 84 años entraba a los sufrimientos y rigores provocados por el comienzo de la II Guerra en Europa y el Océano Pacífico. Los primeros recuerdos de la niñez centrados en la queja constante por el racionamiento de alimentos en boca de nuestras madres y abuelas haciendo milagros en la cocina; y de los metales, que en la infancia nos obligó a improvisar juguetes con latas y retazos. A pesar de eso – de la evidente pobreza a nuestro alrededor – me crié en un ambiente alegre en el que reinaba la esperanza.
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