El proyecto para colocar en la zona del Capitolio las estatuas de los presidentes que visitaron al territorio de Puerto Rico, provocó desde el comienzo un intenso debate. Era un dulce muy tentador para que los nacionalistas tan apegados a la patriotería antiyanqui pudieran ignorarlo. Esta iniciativa del expresidente del Senado, Kenneth McClintock, se convirtió en el blanco preferido para la mofa y las groseras actividades del vandalismo. Además de constituirse en un formidable atractivo turístico semejante al de los monumentos de Washington, DC.
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