La verja de alambre galvanizado que construimos para proteger nuestras emociones con la indiferencia no evita que eso que nos lastima en algún momento nos toque y haga inevitable que lo tengamos que manejar, escribe Silverio Pérez
La verja de alambre galvanizado que construimos para proteger nuestras emociones con la indiferencia no evita que eso que nos lastima en algún momento nos toque y haga inevitable que lo tengamos que manejar, escribe Silverio Pérez
Para describir la indiferencia, un virus que nos corroe, podemos recurrir al diccionario que nos da sinónimos como desinterés, apatía o indolencia. También podríamos hurgar en los veintitrés versículos de la Biblia sobre ese tema donde, en muchos de ellos, Jesús arremete con palabras duras contra los indiferentes. O simplemente pongamos el oído en tierra donde escuchamos con frecuencia el “a mí me importa un bledo tal o cual cosa”. Ser indiferente es una protección emocional que el ser humano adopta para no tomar acción o asumir responsabilidad sobre aquello que le duele.
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