

A través de los años, el independentismo en Puerto Rico ha reclamado un lugar especial en nuestra sociedad por constituir, según su rima y leyenda, un baluarte de integridad, verticalidad y modelo de eticidad. Desde su atalaya de entendida superioridad apuntan con menosprecio y condena a las ejecutorias de los partidos Popular Democrático (PPD) y Nuevo Progresista (PNP). A estas colectividades las descartan, acusándolas de hacerle daño a Puerto Rico. Además, tildan a ambas de “ser la misma cosa”. Hechos recientes muestran que esa imagen de creída perfección y reducto de moralidad es, sino falsa, completamente ilusoria. Resulta que los independentistas, al igual que los “mismos” del PNP y el PPD, tienen también los pies de barro.
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