

Ahora que esa mano prodigiosa no genera la línea sin fin, la que caracolea dejando tras de sí una huella letrada y luminosa; ahora que el acerado ingenio del maestro José Rosa Castellanos no roza la inerte superficie estampando danzas macabras y palabras gozadoras; ahora que se ha callado el espíritu burlón desenmascarador de poderes usurpados y descaros carnavalescos; ahora que silencia el papel y la tinta enluta la mirada; ahora y no más tarde, cuando puede ser demasiado tarde, es preciso reírnos con José de nuestras desgracias y apostar a la gracia de su arte.
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