
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El hoy es una nueva realidad, normalidad y un nuevo mundo, pero las llagas aún permanecen intactas. Las heridas se forman en cicatrices porque de esa forma te impregnan una historia y te desvían por un rumbo inesperado. Hace días estuve viendo el documental “El silencio de otros”, por Pedro Almodóvar, en la red de streaming Netflix. En este se presenta la realidad de personas que no han podido encontrar justicia por su pasado, su presente y por el futuro de reavivar lo que algún día llamaron,felicidad. Se remontan a historias de dolor y de heridas que se formaron en la perpetración del Holocausto, que se han convertido en cicatrices y llagas que aún no se remueven. Para un sobreviviente de un crimen no hay tiempo suficiente para su recuperación. Pero se necesita de una gasa para limpiar el alma, un antibiótico para no sentir el dolor y de una curita para no recordar.
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