Las iniciativas para reeducar y readiestrar a jóvenes y adultos de distintas regiones del país, constituyen esfuerzos admirables y extremadamente valiosos, escribe Edwin Irizarry Mora
Las iniciativas para reeducar y readiestrar a jóvenes y adultos de distintas regiones del país, constituyen esfuerzos admirables y extremadamente valiosos, escribe Edwin Irizarry Mora
Recientemente tuve la oportunidad de ver y escuchar una excelente presentación a cargo de dos jóvenes profesionales que laboran en el Instituto de Desarrollo de la Juventud (IDJ). El tema de la conferencia, celebrada en el Recinto de Mayagüez de la UPR, fue “De los datos a la acción para la movilidad económica de las familias en Puerto Rico”. Las dos funcionarias del IDJ insistieron en un hecho incuestionable: a pesar del enorme flujo de fondos federales recibidos durante los pasados seis años como consecuencia del paso de los huracanes Irma, María y Fiona, y de la pandemia del COVID-19, persisten condiciones de pobreza en una alta proporción de nuestra población. Concretamente, llama mucho la atención el que las cifras más recientes revelan que, en el grupo de personas jóvenes entre los cero (recién nacidos) y los 27 años, se calcula que casi el 58% vive por debajo del umbral oficial de pobreza. Esto significa que, a la altura de inicios de la tercera década del siglo XXI, aproximadamente tres quintas partes de nuestra gente joven es pobre.
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