La capilla de la Escuela de Párvulos del Viejo San Juan siempre fue especial. En vez de reliquias bajo el altar tenía, en la pared a su izquierda, un nicho con la cabecita de un niño mártir que por generaciones debió provocar pesadillas en los más impresionables alumnos. Desde siempre era parada obligada de las Siete Estaciones, tradición del crepúsculo del jueves santo y la mañana del viernes que celebra la promesa de Jesús en la última cena de que tomar la eucaristía sería, realmente, estar en comunión con él.
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La séptima estación
La capilla de la Escuela de Párvulos del Viejo San Juan siempre fue especial