En nuestro “insularismo” el ciudadano confía en discursos torcidos producto de una dependencia material que a su vez genera dependencia emocional, opina Eudaldo Báez Galib
En nuestro “insularismo” el ciudadano confía en discursos torcidos producto de una dependencia material que a su vez genera dependencia emocional, opina Eudaldo Báez Galib
Contrario a lo usualmente creído, los peligros que asedian la democracia aquí, aparte de las vicisitudes de nuestra relación con Estados Unidos, no provienen de los extremos de su derecha e izquierda. La toxicidad resulta de otros extremos. De un lado, el analfabetismo cívico del ciudadano. Del otro, el intelectualismo desviado, la voracidad empresarial y la confusión en el “opinionismo” formal.
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