Pienso mucho en ellos. Pienso en los cientos de miles de niños sentados cada día, hora tras hora, en sus pupitres. Pienso en el desperdicio de largas jornadas recibiendo información irrelevante, haciendo proyectos que en nada contribuyen a sus conocimientos básicos o afanados en la decoración (apuesto a que no queda salón en Puerto Rico sin una telaraña colgada de la pizarra). Pienso también que esas horas perdidas les pasarán factura –nos la pasarán a todos- cuando lleguen a una universidad (si es que llegan) sin saber leer a derechas y sin poder comprender lo que leen; cuando carezcan del trasfondo intelectual necesario para estudiar una profesión o se encuentren incapacitados para establecer un negocio; cuando viajen sin saber a dónde van (he oído de viajes a “ese país, Chicago”), ni de dónde vienen tampoco.
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La verdadera reforma educativa
La escritora Carmen Dolores Hernández reflexiona sobre la verdadera reforma educativa.