No existe ninguna voluntad política en Washington – cero – para reconocer la poca autonomía que logramos y que luego nos fue eliminada; y mucho menos reconocer que se pueda ampliar, plantea Federico A. de Jesús Febles
No existe ninguna voluntad política en Washington – cero – para reconocer la poca autonomía que logramos y que luego nos fue eliminada; y mucho menos reconocer que se pueda ampliar, plantea Federico A. de Jesús Febles
En 1998 emití mi primer voto ausente por “Ninguna de las Anteriores” en el plebiscito de ese año, motivado por convicciones cristalizadas por un mensaje que estremeció a todo Puerto Rico y su diáspora. Rafael Hernández Colón nos explicó, en lo que probablemente haya sido el mejor discurso televisado de político alguno hasta la fecha, los peligros de la trampa de ese ejercicio político plebiscitario. Nos dijo que ni las aspiraciones de mayor autonomía ni la naturaleza actual (de ese entonces) del ELA estaban en la papeleta. El famoso Proyecto congresional Young, que dio pie a esa votación, definía al status actual como uno territorial sin posibilidades de mejoría, y por ende era inaceptable validar con nuestros votos esa nefasta opción. Hernández Colón también nos habló del territorio incorporado – que obligaría a los boricuas a pagar impuestos federales sin representación por tiempo indefinido – y que estaba escondido detrás de la falaz definición de la anexión en la papeleta. Electores de todas las ideologías escucharon esos truenos y se volcaron en la Quinta Columna, que obtuvo más de la mitad de los votos y derrotó ese golpe contra la democracia. Ah, qué tiempos aquellos.
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