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A la conclusión de la sangrienta guerra civil estadounidense el general U. S. Grant devolvió su espada al general derrotado Robert E. Lee y los soldados de la Unión despidieron al comandante rebelde con honras militares; durante la no menos sangrienta Primera Guerra Mundial, los pilotos de caza tenían por costumbre volar y echar flores sobre el funeral del enemigo que tumbaron en batalla. Eran otros tiempos, dirá el prosaico moderno despachándolo como ritual innecesario, pero hay costumbres y tradiciones que en todo tiempo definen civilidad y don de gente.
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