Es de larga data –de un siglo, justamente–, la historia de las primeras alianzas y coaliciones políticas forjadas al calor de “los altos intereses del pueblo de Puerto Rico”, como se justificó la primera de estas: la Alianza Puertorriqueña de 1924, que aglutinó a dos feroces adversarios: la Unión de Puerto Rico y el Partido Republicano Puertorriqueño. Más que la defensa de “los altos intereses del pueblo de Puerto Rico”, lo que condujo a lo que ahora llamaríamos “el junte” de aquel año, fue el temor de los unionistas de que una coalición de republicanos y socialistas los desbancara del poder.
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