El nuevo monarca se enfrenta a grandes retos, entre ellos los cuestionamientos existenciales a una institución medieval que lucha por desafiar el paso inexorable de los cambios y del tiempo, escribe Carlos Ernesto Severino Valdez
El nuevo monarca se enfrenta a grandes retos, entre ellos los cuestionamientos existenciales a una institución medieval que lucha por desafiar el paso inexorable de los cambios y del tiempo, escribe Carlos Ernesto Severino Valdez
Cuando Elizabeth II asumió la jefatura del Estado británico en 1952 se enfrentó a una gran disyuntiva histórica. Apenas siete años antes la recién creada Organización de las Naciones Unidas había resuelto la necesidad de darle final a la era de los imperios colonialistas del mundo, bajo los cuales entonces vivían más de 750 millones de personas. Quizás uno de los grandes legados de su prolongado mandato como monarca británica fue ciertamente haber encontrado una manera para deshacer el enorme y poderoso territorio del imperio sin que el Reino Unido perdiera cierto grado de relevancia y hegemonía en los asuntos mundiales más importantes.
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