Hay varias lecciones importantes que se derivan de la vista de Andrea Ruiz Costas ante la juez, escribe Hiram Sánchez Martínez
Hay varias lecciones importantes que se derivan de la vista de Andrea Ruiz Costas ante la juez, escribe Hiram Sánchez Martínez
Para Andrea, que se quejaba de maltrato psicológico, era desafortunado que la jueza pusiera mala cara al iniciar la vista de su denuncia por Ley 54, o el tono recriminatorio con el que se dirigió al policía para regañarlo por interrumpirle la noche de un viernes en su casa con un caso que debió presentarse durante el día. También fue desconsiderado que lo hiciera frente a ella, que era una víctima de violencia machista, quien nada tenía que ver con la manera en que policías y fiscales llevan los casos ante los tribunales y quien desconocía los procedimientos; una víctima que de por sí ya estaba nerviosa y ansiosa por lo que representa para cualquier ciudadano tener que presentarse ante un juez a declarar sobre sus desgracias. La realidad es que el día y la hora en que un policía trae un caso ante la consideración de un juez en Puerto Rico no es pertinente al caso de la víctima ni es buen momento para los jueces ponerse a dilucidar sus inconformidades y desacuerdos con la Policía ni los fiscales. Eso podría dar la impresión de que el resultado del caso podría estar relacionado con el estado de ánimo (“mood”) del juez o la jueza. Eso es un asunto administrativo que debe dilucidarse con los supervisores de ellos en otro momento y en ausencia de la víctima. Primera lección.
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