Hay límites inherentes al proceso primarista y el riesgo de no respetarlos es autoinfligirse un grave daño personal e ideológico, escribe Gregorio Igartúa
Hay límites inherentes al proceso primarista y el riesgo de no respetarlos es autoinfligirse un grave daño personal e ideológico, escribe Gregorio Igartúa
El juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos, Oliver Wendell Holmes Jr., en una de sus opiniones disidentes, notablemente expresó que: “la mejor prueba de la verdad es el poder de un pensamiento para conseguir ser aceptado dentro de la competencia del mercado”. Aun cuando dicha premisa sea imperfecta, ilustra uno de los requisitos básicos de una democracia: una sociedad abierta donde las ideas puedan ser libremente compartidas y ampliamente debatidas.
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