
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Desde la creación de los Estados Unidos como un ente distinto y separado de la Gran Bretaña allá para el 1776, su influjo de inmigrantes ha sido uno de los pilares del desarrollo de su economía, cultura y otros aspectos trascendentales de su sociedad. La llegada, involuntaria como ciertamente fue, de la esclavitud y de otros grupos que pudiéramos definir cuasi voluntarios, sobre todo de trabajadores bajo condiciones similares a las de esclavitud -chinos, alemanes, italianos y ciudadanos del este de Europa, para mencionar algunos- desde finales del siglo XIX hasta inicios del siglo XX, conformó lo que en un momento dado se denominó como el “melting pot”. Un imaginario donde se expresaba que de la unión de todos esos diversos trasfondos surgiría un armónico ciudadano americano. Sin embargo, el también llamado crisol de culturas siempre demostró y exhibió sus fisuras, de manera inequívoca y brutal.
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