Liberar el voto es necesidad categórica para instituir una democracia legítima, dar autonomía al Estado -de la arena política y del mercado-, y capacitar al gobierno, dice Gerardo Navas
Liberar el voto es necesidad categórica para instituir una democracia legítima, dar autonomía al Estado -de la arena política y del mercado-, y capacitar al gobierno, dice Gerardo Navas
El voto por miedo es el nodo central del embrollo de relaciones que explica la crisis política. Acontece que, en un sistema basado en mayoría simple, el elector, por miedo a que la opción considerada peor pueda ganar por poquitos votos, no vota por sus preferencias, sino por la considerada menos mala, con mayor posibilidad de triunfo: el voto útil. Como las percepciones de las posibilidades de triunfo se ordenan y homogenizan, la práctica conduce al bipartidismo. Este fragmenta desde arriba a la sociedad y a grupos que por compartir una misma situación social son en sí colectivos virtuales de acción social, que, divididos por la línea partidista, subsisten débiles e inmovilizados, junto al partido. Sin base social coherente, sabiendo que se pierde por pocos votos, los partidos se tornan temerosos hasta coincidir en un centro conservador e intrascendente. Como hacer casi lo mismo no resuelve y es lo mismo uno que otro, florece el voto de castigo, la alternancia y sus males: capas de atornillados en el gobierno, muerte del funcionario de carrera, sustitución del interés público por el propio y el del partido, corrupción generalizada, incluido el clientelismo; ineficiencia e ineficacia en el gobierno (almacenes perdidos), la sustitución de la moral pública por la del mercado (recuerde el chat) y el desplome.
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