Nuestro ordenamiento reconoce –y penaliza– la “contaminación por ruidos”, entendiendo por ello sonidos que puedan resultar nocivos o que perturben el bienestar público, recuerda María Fernanda Vélez
Nuestro ordenamiento reconoce –y penaliza– la “contaminación por ruidos”, entendiendo por ello sonidos que puedan resultar nocivos o que perturben el bienestar público, recuerda María Fernanda Vélez
Don Juan, quien se autodescribe como un “cocolo de pura cepa”, ama escuchar música, reunirse en casa con amistades y tocar el cencerro. Pero todo esto a su vecina le molesta. Tanto, que ha llamado a la Policía en dos ocasiones y ha conseguido, incluso, una orden judicial prohibiéndole tocar el cencerro en su hogar. Escuchar música a bajo volumen a Don Juan no le convence. Tampoco que, en plenas fiestas, esté impedido de tocar su instrumento musical. Situaciones como esta, que surgen a diario en Puerto Rico, se agudizan en la temporada navideña. ¿Qué hacer cuando lo que a uno le alegra al vecino le molesta?
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