Será necesario saber cuántos son los niños, niñas y adolescentes que viven en Puerto Rico actualmente, dónde están, qué edades tienen, con quién viven, en cuáles circunstancias y qué necesidades tienen, escribe Dora M. Hernández Mayoral
Será necesario saber cuántos son los niños, niñas y adolescentes que viven en Puerto Rico actualmente, dónde están, qué edades tienen, con quién viven, en cuáles circunstancias y qué necesidades tienen, escribe Dora M. Hernández Mayoral
La noticia sobre los 15,000 estudiantes del sistema público que abandonaron la escuela durante el año académico 2019-2020, caracterizada por los terremotos en el sur y el comienzo de la pandemia, no me sorprende pero me indigna profundamente. Las cifras publicadas muestran que el 15% de los estudiantes de escuela superior “desertaron” y que el 12% de los niños de pre-kinder “abandonaron” la escuela. Me llama la atención que la mayor deserción comprende niveles que no constituyen los grados obligatorios del sistema educativo. Son precisamente el comienzo y el final de la educación formal de los menores de edad en Puerto Rico, que tal vez por no ser obligatoria algunos han pasado por alto su importancia en la implantación de las políticas públicas.
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