Los desórdenes que nos preocupan hoy son el producto de aquellos ordenamientos y restricciones al sector público que han impedido que se puedan atender demandas sociales que el mercado no puede ni le interesa atender, escribe Félix López Román
Los desórdenes que nos preocupan hoy son el producto de aquellos ordenamientos y restricciones al sector público que han impedido que se puedan atender demandas sociales que el mercado no puede ni le interesa atender, escribe Félix López Román
Hay órdenes que son un desorden y hay órdenes que desordenan. Pongamos, por ejemplo, el desorden generado por la excesiva proliferación de reglamentos y leyes que se producen con el propósito mentado de “ordenar los problemas del país”. Y, como aquél cuento de Monterroso, cuando despertamos, los problemas siguen ahí. En ocasiones, tanta reglamentación conduce a la paralización porque hay disposiciones contrarias para una misma acción. Es el caso de aquella empleada que no pudo cobrar un sueldo extra porque su institución laboral tenía dos órdenes vigentes y contradictorias: una que le permitía trabajar fuera de horas laborables y otra que se lo prohibía. Nadie supo nunca que orden seguir. Así ocurre con los empleados que esperan meses por su paga, ya que su contrato anda en alguna fase del proceso reglamentario. “Estamos trabajando con eso”, se le dice comúnmente, para indicar que el documento anda metido en algún ordenamiento burocrático.
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