Le conocí cuando apenas era una novata en el periodismo, allá para la década de los ochenta. El periódico para el que trabajaba me envió al comité del partido de gobierno a cubrir una de sus maratónicas reuniones a puerta cerrada. En el salón dispuesto para que los periodistas aguardáramos hasta la conferencia de prensa, yo escuchaba tímidamente a aquellos veteranos de las comunicaciones que aprovechaban la larga espera para bromear y relatar experiencias históricas de las que fueron testigos gracias a este oficio. Los novatos nos arrimábamos como moscas para absorber de ellos la pericia ganada con los años.
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