En las oficinas escolares, donde se espera que reine la claridad, la vocación y la justicia, la sorpresa, la sospecha y la indignación reemplazan el ideal de progreso, escribe Héctor Navedo
En las oficinas escolares, donde se espera que reine la claridad, la vocación y la justicia, la sorpresa, la sospecha y la indignación reemplazan el ideal de progreso, escribe Héctor Navedo
Gabriel García Márquez imaginó un lugar en el que pasado y presente se entrelazaban en tramas circulares, y donde los habitantes aceptaban con naturalidad sucesos extraordinarios sin cuestionar su veracidad. En ese espacio mítico llamado Macondo, lo insólito se fundía con lo cotidiano, creando una atmósfera en la que la lógica ordinaria perdía relevancia. Del mismo modo, la situación actual en Puerto Rico, vinculada a las certificaciones en el Departamento de Educación (DEPR) mediante el programa “Raíces”, parece adquirir matices de un realismo mágico caribeño. En lugar de encontrarnos con galeones encallados tierra adentro o lluvias de flores amarillas, nos topamos con documentos, firmas dudosas y certificados que, supuestamente, fueron otorgados de manera fraudulenta. El asombro ante estos hechos cobra un tono surrealista, como si la fantasía literaria se proyectara sobre las oficinas gubernamentales.
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