![Un corredor y su perro soportan el frío extremo mientras cruzan el puente Stone Arch. (AP)](https://www.elnuevodia.com/resizer/v2/JMPSA3SJWBFDJCCIHOF2HKUHSE.jpg?auth=0511a6362eae1bbecb9645b6f4eac490bf452bc1cc2b602a98ebb3beb5e763df&quality=75&width=829&focal=948%2C1395)
![Un corredor y su perro soportan el frío extremo mientras cruzan el puente Stone Arch. (AP)](https://www.elnuevodia.com/resizer/v2/JMPSA3SJWBFDJCCIHOF2HKUHSE.jpg?auth=0511a6362eae1bbecb9645b6f4eac490bf452bc1cc2b602a98ebb3beb5e763df&quality=75&width=829&focal=948%2C1395)
Toda mi niñez y adolescencia temí a “los terribles fríos” de la ciudad de Detroit, en Michigan. Mi abuelo y mis tíos, que emigraron para trabajar en la otra todopoderosa industria automovilística estadounidense, contaban lo duro que era levantarse temprano los primeros meses del año para ir a trabajar, sin falta y sin excusas, nevara o no. Hoy esas historias vuelven duramente a la memoria al saberse por este diario que dos niños murieron por el frío dentro de una guagua estacionada en un casino de Detroit. Estuvieron viviendo en el vehículo con su familia por meses, moviéndose cuando era posible, señalan las autoridades de la ciudad. ¿Qué clase de mundo es este? ¿Cómo es posible que mientras se habla de miles de millones de dólares como si fuera arena en la playa, hay gente que muera de frío?
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