Reclamar supone superar una madeja de obstáculos que si no fuera porque esa pensión es con lo único que cuenta una persona que ha dedicado su vida a la educación ya se hubiese dado por vencida, escribe Silverio Pérez
Reclamar supone superar una madeja de obstáculos que si no fuera porque esa pensión es con lo único que cuenta una persona que ha dedicado su vida a la educación ya se hubiese dado por vencida, escribe Silverio Pérez
Siempre me ha fascinado ver cómo de una pequeña muestra de sangre se puede extraer información sobre el estado de salud de nuestro organismo. Lo interesante es que eso es aplicable a otros asuntos medulares de nuestra sociedad donde funciona aquello de que para muestra con un botón basta. Tomemos el caso de nuestro sistema educativo. El Nuevo Día consultó diversas personalidades sobre la agenda que debe seguir el país en el inicio de este nuevo año y todos coincidían en la idea de la educación como base para una reconstrucción urgente. Sin embargo, ese no parece ser el foco de algunas instituciones a cargo de esa importante misión educativa. La precaria condición de tantas escuelas en el comienzo del curso nos vuelve a demostrar el fracaso del Departamento de Educación. Pero hoy le tomaré una muestra de sangre a nuestro centro docente por excelencia: la Universidad de Puerto Rico.
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