Rubén Dávila Santiago dice que contra la democracia cotidianamente se atenta por medio de un sistema montado en una desigualdad en que la pobreza, la desigualdad y el discrimen se amplían a nivel exponencial
Rubén Dávila Santiago dice que contra la democracia cotidianamente se atenta por medio de un sistema montado en una desigualdad en que la pobreza, la desigualdad y el discrimen se amplían a nivel exponencial
“Toda convicción es una cárcel” decía Nietzsche. Eso es demoledor e incómodo, pues parecería que nuestras convicciones son las formas puras de la libertad y de la dignidad. Los seres humanos estamos como en círculos concéntricos en un tipo de hábitat en el cual designamos la realidad y no nos damos cuenta de que muchas veces son el reflejo de nuestro proceso de creencias que parecen fijas e inmutables, eternas, pero no lo son. Somos proclives a sostener todo tipo de creencias. Como decía Alcock:” Nuestro cerebro y sistema nervioso constituyen una “máquina generadora de creencias, un sistema que evolucionó no para asegurar la verdad, la lógica y la razón sino la supervivencia”. Así se producen creencias “sin ningún respeto particular por lo que es real o cierto y lo que no lo es”. La selección natural no opera por criterios de verdad sino por éxito reproductivo. Aunque choca con nuestras creencias morales, señala, nada en nuestro sistema cerebral da estatus particular a la verdad. El delirio, es muy común en nuestra humana condición. Esto nos deja en una posición un tanto frágil. Seguidores fanáticos -cívicos, religiosos, políticos- y líderes carismáticos -con toda su persona encumbrada en caudillos-, cruzan la frontera de la cordura con gran facilidad.
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