Héctor O’Neill es el “niño símbolo” de todo lo que está mal en la política de este país. De cuna humilde se aferra al poder a través de su participación en una maquinaria política corrupta. Se convierte en protagonista principal y líder en el Partido Nuevo Progresista. Utilizando el gancho de la “ideología estadista”, por años logra perpetuarse como alcalde de "Guaynabo City”, donde elección tras elección los llamados “guainabitos” y el pueblo humilde de Guaynabo lo re-eligen a pesar de que era de conocimiento de todos lo que se comentaba con insistencia de presuntos ataques sexuales a empleadas del Municipio, el traqueteo y fraude electoral que salió a la luz pública en unas primarias en las que, como siempre, la soga partió por lo más finito y el alcalde escapó, una vez más, con impunidad absoluta.
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