Le cuento hoy la interesante historia de esta pelegrina palabrita. Peregrino, con r, nos llega de la latina peregrinus, y nos dice Covarrubias que significa “el que sale de su tierra en romería […]”. Peregrinar es lo que hace una persona que anda por tierras extrañas. Coloquialmente peregrinamos cuando vamos por ahí sin rumbo fijo. A veces también tenemos ideas peregrinas. Bien. Pues resulta ser que, en su camino hacia el español, el peregrinaje de peregrinaje resultó ser un verdadero pájaro raro (nada que ver con pavos). Le recuerdo que todas las lenguas romances tienen palabras patrimoniales que han evolucionado fonéticamente y también cultismos. En ocasiones se generaban dobletes entre los cultismos y los vulgarismos (palabras prácticamente idénticas, pero una la usaba el de a pie, y la otra el de a caballo). Muchos de estos dobletes se separaron semánticamente. Otros no y peregrino/pelegrino fue uno de ellos. Peregrino es la culta, mientras que la popular es pelegrino con L. Peregrinus había sido desplazada por pelegrinus, que estuvo vivita y coleando durante los siglos 14 y 15. Entonces ocurrió lo impensable en el siglo 16: la culta le hizo una pavada a la vulgar desplazándola de las bocas de los hablantes. Increíble. La historia casi siempre es al revés: lo vulgar triunfa sobre lo culto, pero con esta, nada que ver. En fin, el cuento corto es que peregrino peregrinó a pelegrino y retornó, en su pelegrinaje, a peregrinar. Mas, en esta eterna peregrinación oral, habrá que ver qué le depara el destino a peregrino.… ¿pelegrino? Habrá que ver; solo se hace camino al hablar.
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