Los fallos mecánicos de la reforma electoral están bien documentados. Líderes de diversos sectores y partidos han repudiado la desfiguración de nuestras normas y principios democráticos. Sin duda alguna, esta “de-forma” electoral equivale al deterioro del proceso democrático en Puerto Rico. Sin embargo, más allá de los defectos ya conocidos, esta reforma es peligrosa y contraproducente porque contribuye a la narrativa colonial de que los puertorriqueños no saben y no pueden gobernarse.
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