Días después, sin embargo, supe que algo había cambiado en ella, pues, siempre que nos encontrábamos en el pasillo, notaba esa mirada asonrisada que solo ofrecen las derrotas cuando se pelean bien, escribe Cezanne Cardona Morales
Días después, sin embargo, supe que algo había cambiado en ella, pues, siempre que nos encontrábamos en el pasillo, notaba esa mirada asonrisada que solo ofrecen las derrotas cuando se pelean bien, escribe Cezanne Cardona Morales
En casi todos mis trabajos escolares en la Intermedia había una mancha de esa agua química -casi radioactiva- que usaba para mantener mi pelo siempre brilloso y mojadito. El producto se llamaba Jheri Curl y casi todos los artistas negros lo usaban: Michael Jackson, Lionel Richie, Bonny Cepeda, Rafael José, Wilkins, Miles Davis, entre otros. Lo que nunca me dijeron aquellas celebridades era que a veces, para no manchar la almohada, había que dormir con un gorrito de baño, y que parte esencial del Super Curly Kit incluía una crema realmente diabólica llamada cold wave relaxer, necesaria para relajar el rizo y dejar quemaduras de segundo grado en el cuero cabelludo si se usaba por más de quince minutos. Así lo advertía el pote blanco de letras rojas. La última vez que lo usé fue el verano en el que hice mi debut en la segunda silla de los violonchelos en la Orquesta Elemental del Programa de Cuerdas para Niños del Conservatorio de Música. Tanto fue el ardor que me dejó en la cabeza aquella crema que olvidé pasar la página en el atril -que era parte del trabajo de los segundos violonchelos- y le arruiné la foto y el protagonismo a mi compañero de la primera silla. Desde ese día juré jamás volver a usarla.
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