Un pedazo de cielo es todo el cielo, pero un pedazo de ataúd no es toda la muerte. Mi abuela fue feliz esa noche y yo lo fui también viendo ‘Perfume de gardenias’, escribe Cezanne Cardona Morales
Un pedazo de cielo es todo el cielo, pero un pedazo de ataúd no es toda la muerte. Mi abuela fue feliz esa noche y yo lo fui también viendo ‘Perfume de gardenias’, escribe Cezanne Cardona Morales
Logré salirme a tiempo de la foto. Pero ahora me arrepiento. Justo cuando empezaban a sacar los teléfonos para el encuadre o poco antes de que sonara el ruido falso del obturador de los celulares, escapé. Y me arrepiento porque hay también algo falso en querer salvarse del ridículo con el que traficamos duelos y despedidas. Regresé a la silla, creyéndome a salvo, y vi cómo los demás familiares se amontonaban frente al féretro esperando el flash. Y me arrepiento porque le habíamos llenado el ataúd de flores, objetos, fotos, recuerdos, y porque no entendía aún que el velorio es una boda al revés, y porque mi abuela estaba vestida de novia -como quien dice-, viva por última vez o muerta por vez primera; hermosa y olorosa como siempre: traje color lila, polvo Maja y fijador de pelo Beauti Lac. Me salí de la foto y no debí hacerlo. Pero eso solo lo sé ahora, después de ver la película “Perfume de gardenias” de Macha Colón.
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