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Logré salirme a tiempo de la foto. Pero ahora me arrepiento. Justo cuando empezaban a sacar los teléfonos para el encuadre o poco antes de que sonara el ruido falso del obturador de los celulares, escapé. Y me arrepiento porque hay también algo falso en querer salvarse del ridículo con el que traficamos duelos y despedidas. Regresé a la silla, creyéndome a salvo, y vi cómo los demás familiares se amontonaban frente al féretro esperando el flash. Y me arrepiento porque le habíamos llenado el ataúd de flores, objetos, fotos, recuerdos, y porque no entendía aún que el velorio es una boda al revés, y porque mi abuela estaba vestida de novia -como quien dice-, viva por última vez o muerta por vez primera; hermosa y olorosa como siempre: traje color lila, polvo Maja y fijador de pelo Beauti Lac. Me salí de la foto y no debí hacerlo. Pero eso solo lo sé ahora, después de ver la película “Perfume de gardenias” de Macha Colón.
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