La falta de crecimiento del Partido Dignidad a manos de Javier Jiménez es indicativo de que no existe una conexión real entre el conservadurismo local y el conservadurismo clásico republicano de corte económico, escribe Alex Miranda
La falta de crecimiento del Partido Dignidad a manos de Javier Jiménez es indicativo de que no existe una conexión real entre el conservadurismo local y el conservadurismo clásico republicano de corte económico, escribe Alex Miranda
La elección de 2016 fue para muchos un shock. La irrupción de los candidatos independientes erosionaron por primera vez los cimientos del bipartidismo. En 2020, esas fuerzas políticas emergentes se estructuraron y fueron partido: el MVC. El PIP, muy hábilmente y, cansado de quedar último cada vez que una fuerza política nueva aparecía, emprendió un serio proceso de rejuvenecimiento que lo llevó a un crecimiento nunca antes visto. Aún así, resultaba dificil comprender la voluntad del electorado puertorriqueño. ¿Qué estaba tratando de transmitir? ¿Por qué estaba votando de esa forma tan poco ortodoxa? ¿En qué dirección quisiera que el país se moviera? El resultado de la elección general trajo, finalmente, certidumbres.
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