Lo más que da miedo es que el fascismo ya no da miedo. Y ese ha sido precisamente el mayor logro de Trump, escribe Cezanne Cardona
Lo más que da miedo es que el fascismo ya no da miedo. Y ese ha sido precisamente el mayor logro de Trump, escribe Cezanne Cardona
Me dicen que todavía no puedo llamarle fascista a Trump. Que está a punto de caramelo, que le falta un poquito, que cumple con tres o cuatro de las seis o siete etapas del fascismo clásico (italiano, alemán), pero que aún le falta un chililín. Es decir, que para poder llamarlo fascista legalmente solo le falta el bigote de Hitler, las quijadas anchas de Mussolini, la quema de libros, los campos de concentración con cámaras de gas y el golpe de Estado -pues, según expertos, el atentado del 6 de enero no cuenta porque falló. Pero todo lo demás ya lo tiene: anticomunismo, antiliberalismo, xenofobia, racismo, la figura del caudillo salvador, los grupos extremos (MAGA, Proud Boys), amenaza de deportaciones masivas, antiintelectualismo, ultranacionalismo (Make America great again), la utilización del Estado para perseguir enemigos políticos, y colocar en manos de los millonarios (Elon Musk) y recaudadores de partido (Linda McMahon) las instituciones del Estado.
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