¿Qué hace un Prometeo en una colonia del Caribe? ¿Qué hemos hecho con el fuego que nos regaló Prometeo?, pregunta Cezanne Cardona Morales
¿Qué hace un Prometeo en una colonia del Caribe? ¿Qué hemos hecho con el fuego que nos regaló Prometeo?, pregunta Cezanne Cardona Morales
Sé que acabaré cediendo. Y que terminaré por saber si Robert Oppenheimer llevaba puesto su sombrero de ala ancha cuando caminó por el recinto de Río Piedras. Mientras confirmo el dato, me consuelo con un artículo de La Vanguardia por el que me entero que el auditorio donde el “padre de la bomba atómica” leyó una conferencia tenía pobre acústica. El propio Pablo Casals también se quejó de lo mismo y, en una carta a Oppenheimer, se excusó de la actividad diciendo que no quería volver por allí porque el auditorio le traía malos recuerdos de un ataque al corazón. Algunos de los que escucharon la conferencia lamentaron no solo la pobre acústica, sino la carraspera de Oppenheimer, afectado por la misma afición de Don Juan y Fausto: fumar tabaco en pipa. Busqué en periódicos de la época y encontré que los periodistas de El Imparcial también se quejaron del sonido. Pero José Arsenio Torres, desde una columna en El Mundo, lo negó todo o, más bien, no dijo nada al respecto: solo reseñó el “apasionado y entusiasta” aplauso que recibió el físico. ¿Se le puede aplaudir así al que inventó una nueva forma de autoliquidarnos? ¿O era que le aplaudían por su poético arrepentimiento?
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