Al final de aquella película, Elizabeth Taylor lo confiesa: sí, temo; le teme a Virginia Woolf, es decir le teme a su propia parodia; le teme a la mentira que coordinó con su marido -que en la película era su marido en la vida real, Richard Burton. Pero al principio, la oscarizada Elizabeth Taylor, que interpreta a Martha en la versión cinematográfica de ¿Quién teme a Virginia Woolf? de Edward Albee, no parece temerle a nada ni a nadie; es hija del rector de una universidad, es hermosa, brillante, encantadora, irónica, dicharachera, cruel, dulce, rapaz, cariñosa, bebedora, manipuladora, y está casada con un profesor de Historia venido a menos. Y justo cuando el matrimonio de Martha y George está a punto de zozobrar, ambos encuentran un salvoconducto: cantan “Who’s Afraid of Virginia Woolf?”, una burla académica de aquella cancioncilla de Los tres cerditos en la versión de Disney, “Who’s Afraid of the Big Bad Wolf?” La parodia de esa canción es la que sostiene la mentira que ambos han coordinado, la de imaginar que tuvieron un hijo, y que ese hijo existe, que tiene los ojos verdes o azules. Pero al tambalearse la mentira, la misma canción se convierte en una pregunta acuciante: ¿se puede vivir sin falsas ilusiones?
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