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Soy economista y por 41 años enseñé esta disciplina en una facultad universitaria de Administración de Empresas. Me resulta muy fácil, por lo tanto, valorar el papel central que desempeñan la empresa y los empresarios en el desarrollo económico y social de un país. La economía, además, es para mí la ciencia de la esperanza que hace posible concebir, y más importante todavía, construir una realidad superior. Esto no significa, sin embargo, que se deba creer, en aras del progreso, que puede justificarse todo reclamo o interés del empresariado, independientemente de su fundamento analítico, ético o social. Dicha consideración es particularmente importante al evaluar reformas en el área laboral, donde lo científico interactúa, no siempre de una manera armoniosa, con los intereses creados.
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