Nunca faltaba un café para la visita, ni un consejo para quien llegara buscándolo, ni una ayudita para quien la necesitara, escribe Ricardo Guzmán López de Victoria
Nunca faltaba un café para la visita, ni un consejo para quien llegara buscándolo, ni una ayudita para quien la necesitara, escribe Ricardo Guzmán López de Victoria
Hace seis años, justo en estos días, mi abuela pasó a mejor vida. Le tocó nacer allá en el año 1915, cerquita del río Inabón, en Ponce. Su padre, mi bisabuelo, era el dueño del colmado del vecindario lo que implicaba vivir con cierta seguridad económica a cambio del esfuerzo de obtener víveres para suplir a vecinos y allegados del área, que a principios del Siglo XX quedaba casi tan aislado del ayuntamiento de Ponce como queda hoy la luna de la Tierra.
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