Puerto Rico está mojado y manchado de la sangre de niños, niñas y jóvenes que han perdido la vida a causa de la violencia armada. El año 2024 comenzó con sangre derramada y vidas que podrían haberse salvado. Estas muertes violentas, como las ocurridas en Ceiba, no están desconectadas de las condiciones de pobreza y precariedad en las que viven las familias en nuestras comunidades, donde los niños, niñas y jóvenes nacen, crecen y se desarrollan. En un país con escasez de oportunidades, es necesario tomar medidas concretas, sistémicas y urgentes para abordar esta situación.
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