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¿Cuántas promesas habrás escuchado para el utópico 2020? ¿Cuántas resoluciones anticipas hallar disueltas como los destellos de los fuegos artificiales? Su embriagante ilusión, aunque sabrosa como el champán de un 31 de diciembre, resultará ser hueca como demasiadas promesas políticas, y lo sabes. La membresía de gimnasio sin renovar, la dieta vegetariana reducida a la ensaladita pálida que se moja con el jugo del bistec y al que nunca ibas a escribir de nuevo, lo acabas de invitar a casa de tus padres. Confieso: temo que mis propias resoluciones sufran igual destino.
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