Jenniffer González resucita lo peor del colonialismo; el esclavo defendiendo a su amo, escribe Cezanne Cardona
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La Asociación Americana del Corazón lo recomienda: seguir el ritmo de la canción “Stayin’ Alive” de los Bee Gees mientras se practica la llamada reanimación cardiopulmonar. Y es que, desde que Donald Trump secuestró el Partido Republicano, esa ha sido su táctica política más efectiva. Colocan una mano sobre la otra en el centro del pecho de cualquier cadáver político y hacen compresiones fuertes, nostálgicas y rítmicas: uno, dos, tres, cuatro, cinco; luego levantan el mentón del difunto, le tapan la nariz -si todavía tiene- y soplan aire; boca a boca, urna a urna. Eso hicieron los electores republicanos en el estado de Nevada, en el 2018, con el candidato Dennis Hof, un famoso proxeneta que murió en uno de sus prostíbulos, el famoso Bunny Ranch, pocos días antes de las elecciones legislativas. Como ya era tarde para sacarlo de la papeleta -nos recuerda Amanda Mars en una columna imperdible- los republicanos prefirieron votar por un difunto proxeneta que por la candidata Lesia Romanov, una destacada maestra de escuela elemental. Dennis Hof, conservador, antiabortista, libertario, acusado de violación, de trata humana y defensor del “pro-life sex”, ganó la contienda; sacó el 68 por ciento de los votos. Casi se puede escuchar la canción de los Bee Gees mientras los paladines de los valores de la familia reaniman el corazón muerto de aquel chulo: “Ah, ah, ah, ah stayin’ alive, stayin’ alive”.
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