

Días antes de fallecer de cáncer, mi prima Fabiola fue ingresada al piso de aislamiento por haber contraído el COVID-19 durante su estadía en el hospital. Por la condición en la que se encontraba, se le hacía difícil caminar por falta de aire. Además, aunque intentó recurrir a la ayuda del personal, no pudo encontrarla para llegar al servicio sanitario. Llorando, confesó que estuvo tres horas esperando a que la vinieran a atender. Así me lo expresó la última vez que hablé con ella por teléfono. Nadie se merece ese trato indigno.
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