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Voy a comer pavo el día de san Guibin. Compartiremos fuera de casa “en familia” con unas queridas amistades. Hace mucho tiempo, en medio de la festividad de ese año, a mi padre le dio por plantear, en broma y en serio, que debíamos comer a la hora precisa en que habrían comido los peregrinos. Él sabía que eso era imposible de precisar y totalmente inconsecuente. En broma realmente cuestionaba el mito de los peregrinos sentados a la mesa con los “indios” a quienes habían generosamente invitado para juntos darle gracias a Dios por sabe Dios qué cosa.
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