En vez de yo habitar San Juan imponiéndole carros y usos ajenos a su diseño e infraestructura, será la ciudad la que ‘me habite a mí’ y me llene de sus vivencias, escribe Astrid Díaz
En vez de yo habitar San Juan imponiéndole carros y usos ajenos a su diseño e infraestructura, será la ciudad la que ‘me habite a mí’ y me llene de sus vivencias, escribe Astrid Díaz
Las personas que veo paseando a pie por el Viejo San Juan las noto disfrutando, alegres y contentas, mientras descubren las imponentes vivencias que solo una ciudad planificada para el ser humano, no para el carro, puede ofrecer. Sin embargo, probablemente esas mismas personas minutos antes vivieron todo lo contrario... el caos del tapón, de encontrar estacionamiento, de multas, de carros que se atascan en los adoquines. Tan pronto dejan atrás el carro… todo es un paraíso.
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