En esta semana tan especial para los cristianos y durante el resto del año, no nos olvidemos de la fraternidad, la ternura y la sensibilidad hacia aquellos que necesitan de nosotros, escribe Enrique Camacho
En esta semana tan especial para los cristianos y durante el resto del año, no nos olvidemos de la fraternidad, la ternura y la sensibilidad hacia aquellos que necesitan de nosotros, escribe Enrique Camacho
La parábola del Buen Samaritano se ambienta en el camino de Jerusalén a Jericó, el cual era uno de los lugares más peligrosos para transitar en la época de Jesús. Era un camino muy empinado, donde la estrechez y cambio súbito de clima de una región a otra creaba una especie de “sombra de lluvia” que dificultaba muchas veces la visión adecuada del camino, y a la vez era muy transitado por caravanas comerciales, ya que era la ruta más rápida para llegar a la región de Jericó, lo que le convertía en un lugar muy susceptible para robos y atracos. La trama que presenta la parábola es una donde hay un hombre judío herido por asaltantes en el camino de Jerusalén a Jericó y varias personas que primero pasaron por su lado se hacen los desapercibidos y no ayudan al hombre herido, pero es un samaritano, quién era considerado como enemigo de los judíos, el que socorre y ayuda a este pobre hombre herido.
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