Queremos que los policías en la calle respeten nuestros derechos pero, al mismo tiempo, que enfrenten y no le cojan miedo a los delincuentes. Tampoco a nuestros juicios a destiempo, es decir, a nuestros prejuicios, escribe Hiram Sánchez Martínez
Queremos que los policías en la calle respeten nuestros derechos pero, al mismo tiempo, que enfrenten y no le cojan miedo a los delincuentes. Tampoco a nuestros juicios a destiempo, es decir, a nuestros prejuicios, escribe Hiram Sánchez Martínez
Esta mañana desperté al son de un locutor que daba cuenta de un menor de dieciséis años desarmado que había sido “acribillado” —este fue el término que usó— al ser intervenido por conducir un vehículo hurtado que no había sido reportado coma tal. Dicho así, unido a otros comentarios que hacía y que insinuaban un caso de asesinato y no de defensa propia, era como para preocupar a cualquiera. Mientras desayunaba, escuchaba otros detalles —como que el asunto estaba ahora en manos del Negociado de Investigaciones Especiales (NIE)—, pero el tenor de lo informado seguía siendo el énfasis en que el conductor fallecido era menor de edad y que estaba desarmado.
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